Quien no conozca a Kim Kardashyan, lo más probable es que no haya oído hablar de esta técnica de maquillaje. Ella, por decirlo de alguna forma, es la reina del contouring.
Es una técnica basada en la teoría del claro-oscuro llevada al extremo o, lo que es lo mismo, en la aplicación de luz y oscuridad en el rostro para proporcionar zonas de volumen (aplicando tonalidades claras) y zonas de hundimiento (aplicando productos que den oscuridad).
Para que el contouring sea efectivo, necesitarás productos en crema o fluidos que sean de una tonalidad, unos, mucho más oscura que nuestra piel y, otros, mucho más clara.
Uno de los errores que se suele cometer con más frecuencia es utilizar productos con tonalidades que corresponden a otro tipo de piel -más clara o más oscura que la nuestra-, como los que se pueden compartir de alguna amiga, lo que da como resultado que no consiga efecto deseado.
En las zonas donde quieras hundir y marcar más las facciones aplica tonalidades oscuras, mientras que en las zonas donde quieras resaltar y expandir deberás aplicar tonos claros para dar luz y conseguir más volumen. La forma de hacerlo es aplicar una gran cantidad de producto y luego difuminarlo con pequeños toques.
Después, aplica la base de maquillaje de tu tonalidad de piel y fúndela con las correcciones realizadas anteriormente en claro y en oscuro.
Para terminar sólo te quedara un último paso -muy importante- para sellar y adherir el maquillaje realizado: aplicar los polvos translúcidos.
Para las que no estéis acostumbradas a este tipo de maquillaje tan extremo, existe también el denominado Strobing, una técnica que consiste en la aplicación de un iluminador para resaltar aquellas zonas de nuestro rostro en las que la luz puede estar presente de una forma natural, y, en lugar de aplicar un tono oscuro y muy pronunciado, aplicar un tono algo más natural, como puede ser el que proporciona unos polvos de sol con destellos dorados.
La técnica consistiría en aplicar una tonalidad de base adecuada a tu piel, seguida de un iluminador en aquellas zonas del rostro donde quieras dar luz (encima de los pómulos, tabique nasal, centro de la frente y mentón por ejemplo). El iluminador lo deberás fundir con toques de esponja para que quede lo más homogéneo posible.
Aplica después los polvos translúcidos para fijar el maquillaje y, luego, los polvos de sol en las zonas que quieras hundir -como, por ejemplo, la sien, debajo del pómulo y la mandíbula-.
Por último para lograr un poco de rubor natural en las mejillas, aplica una tonalidad rosada o anaranjada.
¿Qué técnica te animas a probar?
Chantal G.